martes, 7 de septiembre de 2010

Una década de orgullo cannábico

Texto leido en el Canfest del 5 de septiembre en la Alameda Central de la Ciudad de MÉXICO
Juan Pablo García Vallejo, director de la Gaceta Cannábica

El debate de las drogas nos reúne hoy para conmemorar una década de orgullo cannábico de los consumidores de marihuana de México para conseguir el establecimiento de la despenalización de la marihuana en la sociedad mexicana.
El debate de las drogas forma parte desde hace más de 25 años de la sociedad civil, más particularmente del sector contracultural, para el cual el consumo de drogas es una forma de vida, que no tiene que ser estigmatizada ni negada o reprimida por el Estado. La prensa underground en los años 1980 y 1990 reiteraron muchísimas veces la despenalización de drogas terminar con la venta ilícita de drogas y las consecuencias desastrosas múltiples que ocasiona a la sociedad mexicana, se redactaron manifiestos a favor de la causa de la marihuana. Lo que era una utopía ahora es una realidad.
Luego se da una visibilización pública, en el año 2000, cuando aparecen las organizaciones y colectivos cannábicos que realizan la conmemoración del Día Internacional de Liberación de la Marihuana, se crean foros de discusión en la web, surgen publicaciones especializadas de la cultura cannábica, y en los años recientes se da también una leve simpatía o coqueteo anecdótico con la “izquierda parlamentaria” por formalizar una reforma legislativa de despenalización del cánnabis, sin olvidar la importancia de la realización de debates internos en las instituciones de educación superior y en la misma Cámara de Diputados. Cada día voces se unen a esta propuesta, como los ONG de ciudadanos pro-seguridad, escritores para discutir el papel de las drogas en la sociedad actual y buscar una regularización legal y social a esta situación cada vez más problemática.
Ahora en días pasados con los Diálogos para la seguridad, se avanzo más en la despenalización de las drogas porque se le dio una carta de ciudadanía institucional, a este término, por parte del Presidente Calderón. Eso está muy bien, porque los primeros que se tienen que enterar de los nuevos temas y retos que afectan a la sociedad es la clase en el poder.
Hablar de drogas ya no va a ser un tema tabú, incómodo en muchos lugares, hogares e instituciones gubernamentales y educativas, en los medios de comunicación (que son aliados de la prohibición); se volverá el término, debate de las drogas, de uso común y generalmente aceptado e inevitablemente ayudara a crear un ambiente de tolerancia social, y una mayor visibilización digna de los consumidores para disminuir los efectos anormales de discriminación y estigmatización social hacia ellos.
El reconocimiento presidencial es un victoria contundente del movimiento cannábico mexicano porque “para quienes históricamente han carecido de poder, el otorgamiento de derechos es un reconocimiento simbólico de todos los aspectos de su humanidad: los derechos conllevan un respeto que coloca a uno en el rango referencial de sí mismo respecto a otros, y que eleva el propio estatus, pasando de cuerpo humano a ser social”, dice Patricia Williams.
O lo que es lo mismo, que los marginales, estigmatizados y excluidos consumidores de drogas tienen ahora una nueva representación social, ser sujetos sociales con derechos propios, específicos. Y no individuos incompletos, fragmentados y manipulados por el poder institucional para justificar las epidemias de pánico moralista contra las drogas y el uso de la fuerza para terminar con este negocio ilegal.
Aunque se intenta limitar los alcances de la despenalización de las drogas, porque en opinión de Calderón no resolverá el problema, con esto él desecho o neutralizo cualquier reforma legislativa en lo que resta de este sexenio. Poniendo como principal argumento que la despenalización de las drogas tiene que hacerse primero en los Estados Unidos para no romper los acuerdos internacionales de drogas firmados en años anteriores por México.
La condena internacional a las drogas impuesta al mundo de forma unilateral y hegemónica por los Estados Unidos, en 1937, es violada por este gobierno con la campaña Cáñamo para la victoria, en 1942, se permite a México cultivar amapola y marihuana, en el estado de Sinaloa, para proveer al ejército norteamericano. O sea que si se puede saltar estos acuerdos internacionales sin tener un conflicto internacional y diplomático alguno, y saber que en estos acuerdos también se establece que cada país tendrá que implementar su propia solución o programas de salud de acuerdo a su contexto social particular. Como se hizo en Holanda desde 1975, el 36 estados de los Estado Unidos. Son soluciones para cada caso nacional.
La contradicción presidencial de, por una parte, reconocer la necesidad del debate social de las drogas y, a los días siguientes expresar una negativa radical a la despenalización es una gran victoria para el movimiento cannábico. Pues al quitarle su carácter polémico, controversial y hasta molesto para muchos al tema de las drogas mucha gente podrá hablar de estas, pero para nosotros la despenalización de las drogas sigue teniendo todo su potencial crítico y propositivo ante el fracaso de la política militar del actual gobierno.
El avance de la causa de la marihuana va conquistando una mayor tolerancia social, y para tener un impacto más sólido en los próximos años se requiere aumentar la producción de conocimiento cannábico, hacer la reescritura de la historia desde la perspectiva de las drogas, recuperar toda la historia cultural de la marihuana en México desde hace 500 años, difundir el capital cultural cannábico que representan toda una galería de iconos de la cultura popular y de la República de las Letras que han consumido cánnabis y no fueron ni son tachados ni de viciosos ni de criminales. Sino todo lo contrario fueron personas creativas, productivas.
Los partidarios, aliados y simpatizantes del orgullo cannábico reconocen que la práctica psicoactiva como relación social produce una gama de identidades psicoactivas entre los consumidores de drogas, que es necesario re-conceptualizarla identidad cannábica, y promover y defender los derechos culturales cannábicos para crear una visibilización digna de los consumidores de cannabis y que se revalorice la identidad deteriorada y manipulada desde hace un siglo, del marihuano como anti-social, como sujeto peligroso por ser un potencial monstruo que desestabiliza el orden social. Ahora los consumidores de drogas son ya son sujetos sociales con derechos culturales cannábicos.
La despenalización de las drogas tiene que seguir el camino de la propuesta preventiva en salud y en la educación. Si se descalifica la despenalización es porque el Estado mexicano tiene muchos déficits que resolver: como la falta de preparación de todas las policías, la carencia de recursos, la lentitud del mundo legal, de la política y de la cultura criminal actual para asimilar la reforma legal que se busca lograr y consensuar la despenalización de las drogas.
No hay libertad política sino no hay libertad psicoactiva.
La despenalización de las drogas no sólo es deseable sino que vale la pena esforzarse por conseguirla.

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