jueves, 16 de agosto de 2012

Desinformación obstáculo de la despenalización

Desinformación obstáculo de la despenalización

Texto presentado en La Burra Balnca en el evento hablando de Maria y Juana



Juan Pablo García Vallejo

*La despenalización de las drogas no sólo es deseable sino que vale la pena en esforzarse por conseguirla.


**La legalización de las drogas es una propuesta de bienestar para toda la sociedad.


El primer rasgo de desinformación es de orden histórico desconocer que provenimos de una sociedad fitolatríca donde las drogas formaban parte integral de la sociedad, comenzando por el héroe civilizador mesoamericano Quetzalcóatl que consumía hongos alucinantes. En estas sociedades prehispánicas varios sectores minoritarios de la elite gobernante como los sacerdotes, los guerreros, los danzantes, los chamanes consumían drogas. Así que los mexicanos y mexicanas tenemos una proclividad, inclinación, atracción hacia el consumo de sustancias psicoactivas, a la embriaguez.

Esto no debe ser considerado una herencia perversa o un conocimiento inútil sino algo que desconocen muchos mexicanos y que solo aceptan de forma nostálgica el consumo de sustancias psicoactivas para ser exhibido en los museos de etnografía de todos los estados de México. Y que actualmente en esta sociedad globalizada ya existe el derecho universal a la embriaguez, que confirma lo sostenido por el filósofo español Fernando Savater, en los años 1980, de que “las drogas son patrimonio de la humanidad”.

El segundo rasgo de desinformación comenzó hacia 1860, con la aparición de la nota roja en los periódicos de la ciudad de México, porque es ahí donde se crea la imagen terrible del marihuano como un monstruo social proveniente generalmente de las clases bajas con inclinación por la disipación moral y que se ha mantenido hasta el día de ayer en los medios de comunicación. Hay que añadir que mantienen una doble moral para su propio beneficio económico pues promueven drogas legales como algo de prestigio para sectores económicamente pudientes y estigmatiza las drogas ilegales y sus consumidores en la nota roja.


El tercer elemento de desinformación es que se ha exagerado de forma gratuita pero muy perversa, tanto por el Estado mexicano, sus agenciamientos de seguridad y salud como por los medios de comunicación, el consumo de drogas en la sociedad actual.

El consumo de sustancias psicoactivas es mínimo tanto a nivel mundial, de 7 000 millones, es menos de una quinta parte. Y en México, un país de 110 millones las estimaciones de consumidores de cannabis es de alrededor de 5 millones. Así que es gratuito las cada vez más recurrentes y permanentes olas de pánico moral, de persecución social. Lo que no es gratuito es el sensacionalismo, los procesos estigmatizantes y la discriminación que difunden diariamente sobre las drogas y sus consumidores.

El cuarto elemento es el gran vacío creado alrededor del Movimiento Cannabico Mexicano en los medios de comunicación impresos televisivos y virtuales, más allá de la nota de color, de la foto, siguen manteniendo sus dogmas prohibicionistas criminalizadoras.

Explicado de otra forma más descriptiva y profunda se trata de imponer un discurso hegemónico de intolerancia, rechazo y discriminación a toda la sociedad. Esto refuerza la infantilización de la sociedad mexicana impuesta por el Estado mexicano en todo el asunto de las drogas. Con el movimiento cannábico se acabo esta minoría de edad porque hemos salido a la calle sin miedo de ser detenidos, sin vergüenza y con mucha claridad de nuestro derecho al placer, a la información como ciudadanos psicoactivos. Algo que nunca antes se había dado ni permitido por el Estado.

El quinto elemento es la no proliferación de medios cannábicos alternativos a la prohibición y su discurso punitivo, los que existen han manteniendo un discurso aceptable para que la propuesta de despenalización no se vulgarice ni pierda sensatez o se desgaste por simulados debates.

Más allá de la moda inconsciente de fetichizar de las redes sociales virtuales, no hay que olvidar que las redes sociales divulgaron todas grandes religiones universales y que propiciaron las revoluciones de todos los tiempos, así que no son nada nuevo en mi particular opinión, y el facebook solo ha sido para chismes y la tontería, no ha aportado nada valioso a la causa de la marihuana. Por su parte radios libres son casi inexistentes sin influencia ni penetración social.

La desinformación es un enemigo poderoso pero no invencible, hay que trabajar más para convencer a todos los cautivos de ésta que la causa es más que necesaria para la sociedad.

Necesitamos cambiar la tortilla a la desinformación, cambiar la identidad proscrita y estigmatizante de los consumidores cannábicos, las señoras dicen “¿por qué le hacen tanta publicidad a esa planta?”, en Jalapa hace unos días, le comente que ya no era una planta ilegal o la planta maldita sino la planta amiga, pero no quiso entender y en un taxi el conductor me dice que la despenalización aumentara el consumo de niños.
Estas son ideas bastante arraigadas de la población en general pero que son consecuencia de la desinformación y que necesitamos cambiar esas ideas erróneas porque la lucha contra la desinformación ninguna ley federal ni estatal lo hará por nosotros.

Esta lucha contra la desinformación ya la comenzamos no solo al ganar el reconocimiento social de los cannábicos, desde el año 2000, obligar a las elites de poder a aprobar leyes menos punitivas en un contexto de militarización que nos lleva al Estado de excepción, en 2009 con el PAN y 2010 con el PRD, en la organización de Cannafest sino en continuar nuestro proselitismo cotidiano todos los días y en todos lados a favor de la planta amiga.
Los movimientos sociales tienen logros graduales en el cambio de las leyes y en el impactar las estructuras de poder, no hay porque acelerarse porque la desesperación no es propia del cannabis y su placentera tranquilidad y relajación sino de otras drogas. Y no hay que olvidar que la Prohibición es indefendible, porque ha fracasado en todos los países, todas las culturas, todos los años.



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